Desde
que salí del hospital he pasado por un difícil proceso de aprendizaje hasta
llegar a ser capaz de valerme por mí mismo, sin necesidad de que alguien cuide
de mí. Ya sé usar la lavadora. Sé barrer hasta el último rincón de mi pequeño
piso. Friego sin que se me escurran los platos de las manos. Plancho mis
camisas todas las semanas (a veces lo dejo de una para otra, pero lo importante
es que nadie, nadie, plancha por mí). Hasta soy capaz de avisar a un fontanero
si un grifo no funciona. O al electricista cuando un enchufe no marcha. El otro
día llamé al de la antena porque no había manera de sintonizar ninguna cadena
desde que han puesto la tedete en
todas partes. Vino y estuve charlando con él como si tal cosa, con naturalidad,
con ese tono que se debe tener cuando uno es un hombre de mundo, acoplado
perfectamente a su entorno, sabiendo en todo momento llevar la conversación con
templanza: Que si no paraba de llover, que si este año la Real las va a pasar moradas
en primera, que qué pena que España haya acabado campeona en el mundial, que si
patatín, que si patatán etc, etc. Y yo, siguiendo cada tema como si supiera o
tuviera opinión, que es de lo que se trata por lo que he podido observar en los
demás. Bla, bla, bla...Vamos, creo que pasé la prueba con nota. Al despedirse
el hombre me dio la mano y me miró con mucha amabilidad.
viernes, 17 de diciembre de 2010
viernes, 13 de agosto de 2010
Crisis para todos
La crisis aprieta a quien menos te lo esperas. Por ejemplo, en el nido de la familia Pulguita. Papá y mamá Pulguita llevan días muy preocupados viendo como sus vástagos pulguitas no tienen nada para llevarse a la boca. Las exploraciones por colchones, camas, alfombras de la mansión donde viven han resultado estériles. Ya no quedan rastros de alimentos abandonados, ni cadáveres de insectos o ácaros que poder traer a su hogar, ni hay una gota de sangre por los alrededores. Para terminar con la situación los progenitores deciden arriesgarse esa misma noche, saben que el territorio que queda más allá de los dormitorios humanos no les pertenece a esas horas, pero mamá y papá Pulguita se aventuran por pasillos y otras dependencias prohibidas. Hay un refrán que dice que la suerte acompaña a los valientes. Y en esta ocasión se cumple (aunque sólo en parte como se verá), enseguida tropiezan con el cuerpo inflado de una araña viuda negra, refocilándose de su última caza, dormitando la digestión. Entre papá y mamá Pulguita la estrangulan en un periquete y la despiezan: patas por un lado, abdomen por otro, y los restos enteros sin digerir que aún lleva en su estómago los liban con fruición antes de ponerse de regreso al nido. Pero zass!!!...
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sábado, 10 de julio de 2010
viernes, 25 de junio de 2010
Vasos Comunicantes
El principio de los Vasos Comunicantes dice algo de que dos recipientes comunicados entre si, parece que alcanzan el mismo nivel de liquido sea cual sea la capacidad de cada uno de ellos. Más o menos eso es lo que Julen había entendido al profesor de física, al tiempo que se distraía viendo como las nubes cruzaban el rectángulo de la ventana del aula, y su mente volaba escocida por un intenso dolor en el alma causado por otro asunto personal que no le había dejado dormir la pasada noche y le impedía tranquilizarse. Si los objetos que le rodeaban fueran seres vivos, con un sistema nervioso como el humano, su pupitre, el asiento, la mochila donde llevaba los libros y las pesadas herramientas del taller de prácticas, la ropa que vestía, las nike, el mp3, el portátil, y en casa la cama, la mesilla, las puertas del armario, ahora mismo estarían soltando alaridos de dolor por las patadas y puñetazos que Julen les había arreado en las últimas horas, cada vez que él recordaba las palabras de Amaia reprochándole la ausencia de cariño con que él la trataba, la forma brusca y ruda de besarle, de amarle. Ella no quería seguir, dijo en la penumbra del dormitorio en donde pasaban la tarde de ese domingo. Sería la última que la pasaba con él. Adiós, dijo ella.
Ha oscurecido. Los compañeros se dirigen hacia el taller de forja cuando él decide que ya esta bien por hoy, que se muera el mundo, los profesores, los vasos comunicantes o cómo se llamen, y las novias que acaban con tres años de noviazgo sin pestañear.
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miércoles, 9 de junio de 2010
Llamadas
Hace una semana Koldo, mi marido, me dejó este mensaje en el contestador de casa, en el fijo para entendernos. Su tono no era triste, ni reflejaba cómo estaba su ánimo, si es que estaba porque hay acciones que ya no precisan de sentimiento alguno, se hacen o se dicen y punto. Decía el mensaje de mi esposo, textual porque aún lo tengo grabado: "Isabel, ahora mismo voy a tomar un tren, camino hacia no sé donde. Me voy. Desaparezco. No quiero seguir contigo, ni con la vida aburrida que llevamos. Lo hemos hablado muchas veces. Es inútil que me llames porque en cuanto termine este mensaje echaré el móvil al Urumea. A los hijos diles lo que mejor te parezca". Colgué para inmediatamente comprobar el estado de nuestra cuenta corriente. Se había apropiado de la mitad del saldo. Debo reconocer que siempre fue un hombre muy ecuánime.
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viernes, 12 de febrero de 2010
El secreto
Tendría unos siete u ocho años, cuando un compañero de aula me desveló medio en broma, medio en serio, el mayor secreto de la infancia. Muy asustado e inseguro por lo que acababa de saber, llegué a casa. Mi padre, pluriempleado como todos los padres de la época, se hallaba cortando patrones de camisas con unas grandes tijeras , reclinado sobre la mesa de su cuarto; como siempre que se concentraba en algo, la punta de la lengua le asomaba fuera de la boca, aprisionada entre los labios.
- Aitá, ¿los reyes son los padres? – le pregunté cerrando los ojos y apretándolos como cuando te vas a chocar contra algo.
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