jueves, 14 de septiembre de 2017

La balada de Manito


                         Esta tarde, vía Nueva York, Manito González aterrizará en el aeropuerto de Barajas. El anuncio de su llegada ha venido ocupando buena parte de las primeras páginas de la prensa de estos últimos días; varias cadenas de televisión y prácticamente todas las emisoras radiofónicas van a transmitir en directo el recibimiento popular que se le va a dispensar en la Puerta del Sol. Se dice que la asistencia va a ser tan multitudinaria y tan emotiva que va a dejar pequeño el recuerdo de otras recepciones semejantes. Desde todos los rincones del país han llegado a la capital cientos de trenes especiales y de autocares llenos de aficionados que no quieren perderse la oportunidad de vitorear y de contemplar a su ídolo en persona. En los hoteles, las pensiones, y los hostales ya no queda ni una sola cama libre. De las bocas de metro, de los balcones y de las farolas cuelgan cientos de carteles, estandartes y banderas con la imagen del campeón. Manito ha despertado tal admiración entre sus seguidores, los preparativos, el ambiente, y la euforia general son tan excepcionales que, sin duda, la de hoy será una fecha que pasará a la pequeña historia de los acontecimientos deportivos.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Un tipo con suerte

                                  Al reloj de la buena fortuna había que darle cuerda, así que traspasó el umbral del portón adelantando primero el pie derecho. El funcionario cerró tras él, sin despedirse. Después de casi siete años, al pisar por primera vez la calle, el talgo cruzaba la mañana por el otro lado de la carretera, veloz como un caballo desbocado, dejando escapar un sonoro bocinazo. Lo esencial ahora era disponer de algún dinero. Buscó un teléfono, y marcó un número local. No tardó en oir la voz de la vieja en el otro extremo de la línea. Mintió a la mujer al dar su nombre y al decirle que se hacia eco del anuncio en "El País" porque, como a ella, siguió mintiendo, recientemente la vida le había dejado sin cónyuge, y se sentía muy solo, y no tenía hijos, y contaba con una pensión holgada, y deseaba iniciar nuevas relaciones. La vieja se tragó el cuento, y se confesó turbada por buscar amistades de esa forma tan poco natural, pero es que vivía tan sola, tan olvidada... El prosiguió diciendo que llamaba desde Murcia, que deseaba enviarle su foto y unas letras de amistad y cariño cuanto antes. La mujer, entre agradecida y emocionada, dijo sin titubeos que vivía en la única mano, del tercer piso, del número cuarenta y dos de la calle Garibay.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Un monstruo a la medida

       Se pasaba las noches mirando la grieta del techo del salón, esperando que fuera lo que fuese lo que se ocultaba en ella, se atreviera a asomarse. Lo escuchaba respirar, un rumor pesado, uniforme. Trataba de imaginárselo, de otorgarle un aspecto, unos ojos, pero sólo conseguía imaginarse seres nacidos en películas de terror. 
     Por fin una noche, clavada la mirada en la grieta, vio cómo lentamente empezó a emerger..........una forma de aspecto parduzco, grasiento y gelatinoso que a medida que se liberaba del estrecho contorno de la fisura adoptaba un aspecto cilíndrico, azuleado por el resplandor tenue que derramaban al oscuro y desordenado salón las farolas de la calle. Se quedó atornillada en una esquina del sofá, tan sólo sus ojos no permanecían quietos y recorrían los contornos sinuosos de aquella masa. Apretó los puños y tensó todos los músculos del cuerpo, pero no se movió. Percibió diminutos ríos húmedos que le surcaban la espalda, la parte posterior de las rodillas, las axilas, la unión de los senos, el cuello. Fue a gritar, a pedir auxilio a su marido que dormía al otro lado del tabique, pero se contuvo; por miedo, o tal vez porque reconoció la artificiosidad del silencio que rodeaba lo que estaba viviendo; era aquel un silencio espeso, sólido y material, que ella conocía de las pesadillas que en los últimos tiempos se prodigaban en su mente como pantallas de feria que, como cuando era una niña, le permitían asomarse sin peligro a otros mundos y a otros seres.