Como le ocurre desde su
infancia, una noche más ha soñado lo que había elegido soñar
antes de acostarse. En los minutos previos a dormirse, visualiza en
su mente los lugares, acciones, y personas que van a llenar sus horas
de sueño. Y así ha ocurrido: ayer deseó imaginarse en la selva
negra alemana. Así que buscó en internet imágenes y videos de esos
enormes bosques de abetos, del aspecto y los rostros de algunos de
sus habitantes, de las más hermosas zonas alejadas. Navegaba como si
seleccionara en su cerebro oníricas coordenadas GPS por las que
deambular mientras durmiera.
Hoy, al abrir los ojos
ha recordado con miles de detalles la belleza de los gigantescos
árboles flotando en el sotobosque, la luz tenue del sol atravesando
sus copas, el perfume de la resina fresca, los pájaros.... Ha
pensado con dulzura en el pequeño grupo de hombres y mujeres, que
con sus mochilas y su ropa montañera, caminaban a su lado
conversando amistosamente. En el sueño se conocían de toda la vida.
Tras unas horas de marcha han llegado hasta la orilla de un lago
surgido en el corazón de la selva. Se han detenido para reponer
fuerzas. Al rato, para descansar, varios se han dispersado en la
espesura del bosque. Sobre la mullida y envolvente vegetación ha
hecho el amor con alguien del grupo cuyo cuerpo y rostro bellos
evocará vivamente más tarde, cuando despierte. Luego, ese mundo se
ha ido desvaneciendo en una niebla espesa, lejana, inaudible.
Enseguida ha sonado el despertador. Es hora de ir a trabajar.
En esos sueños nunca
existe este metro frenético y ruidoso, que ahora le transporta; ni
le rodean estas caras serias y ausentes; ni este olor a jaula
podrida. Tampoco viven en sus sueños esas cintas transportadoras de
piezas que deben ser ensartadas en otras piezas que acaban ensartadas
en otras y luego en otras, etc, etc. En sus sueños no lleva
mascarilla, ni guantes de hule, ni botas de goma. En sus sueños...
Después de ocho horas
de trabajo, abandona la fábrica y sin entretenerse regresa a casa.
Quedan muchas horas del
día por disfrutar. Su elección es disfrutarlas durmiendo. Antes
entra en la red, de nuevo navega por pantallas de lugares lejanos,
habitados por gente todavía desconocida. Después entra en su
dormitorio, se desnuda, se acuesta, cierra los ojos para
concentrarse. Comienzan a desfilar por su mente personas de
semblantes agradables, hermosos paisajes infinitos, espléndidos
territorios. Entre los que va eligiendo dónde, cómo y con quién
pasará su próximo sueño.
---ooo---