domingo, 19 de mayo de 2019

Soñar...tal vez vivir


Como le ocurre desde su infancia, una noche más ha soñado lo que había elegido soñar antes de acostarse. En los minutos previos a dormirse, visualiza en su mente los lugares, acciones, y personas que van a llenar sus horas de sueño. Y así ha ocurrido: ayer deseó imaginarse en la selva negra alemana. Así que buscó en internet imágenes y videos de esos enormes bosques de abetos, del aspecto y los rostros de algunos de sus habitantes, de las más hermosas zonas alejadas. Navegaba como si seleccionara en su cerebro oníricas coordenadas GPS por las que deambular mientras durmiera.

Hoy, al abrir los ojos ha recordado con miles de detalles la belleza de los gigantescos árboles flotando en el sotobosque, la luz tenue del sol atravesando sus copas, el perfume de la resina fresca, los pájaros.... Ha pensado con dulzura en el pequeño grupo de hombres y mujeres, que con sus mochilas y su ropa montañera, caminaban a su lado conversando amistosamente. En el sueño se conocían de toda la vida. Tras unas horas de marcha han llegado hasta la orilla de un lago surgido en el corazón de la selva. Se han detenido para reponer fuerzas. Al rato, para descansar, varios se han dispersado en la espesura del bosque. Sobre la mullida y envolvente vegetación ha hecho el amor con alguien del grupo cuyo cuerpo y rostro bellos evocará vivamente más tarde, cuando despierte. Luego, ese mundo se ha ido desvaneciendo en una niebla espesa, lejana, inaudible. Enseguida ha sonado el despertador. Es hora de ir a trabajar.

En esos sueños nunca existe este metro frenético y ruidoso, que ahora le transporta; ni le rodean estas caras serias y ausentes; ni este olor a jaula podrida. Tampoco viven en sus sueños esas cintas transportadoras de piezas que deben ser ensartadas en otras piezas que acaban ensartadas en otras y luego en otras, etc, etc. En sus sueños no lleva mascarilla, ni guantes de hule, ni botas de goma. En sus sueños...

Después de ocho horas de trabajo, abandona la fábrica y sin entretenerse regresa a casa.

Quedan muchas horas del día por disfrutar. Su elección es disfrutarlas durmiendo. Antes entra en la red, de nuevo navega por pantallas de lugares lejanos, habitados por gente todavía desconocida. Después entra en su dormitorio, se desnuda, se acuesta, cierra los ojos para concentrarse. Comienzan a desfilar por su mente personas de semblantes agradables, hermosos paisajes infinitos, espléndidos territorios. Entre los que va eligiendo dónde, cómo y con quién pasará su próximo sueño.

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