
Esta mañana, cuando los niños ya estaban en el colegio, ha sonado el teléfono, esta vez el móvil. El que me regaló por mi cumpleaños, con videocámara y un montón de virguerías más. Por supuesto, era Koldo quien llamaba, desde un móvil parecido al mío. Podía verle y oirle. Me he emocionado un poco, aunque una semana de ausencia para mí es mucho tiempo, enseguida me olvido de los sentimientos y de las personas.
"Isabel, amor mío, estoy muy arrepentido. Deseo regresar, pero no sé si me aceptas, ¿me perdonas?..". Le he dicho que no, que ni le perdonaba, ni deseaba volverle a ver. Que para mi fue una alegría saber que había desaparecido de mi vida "aburri", así "aburri" como dicen ahora los jóvenes. Después le he colgado y me he puesto a otra cosa. Minutos más tarde, cuando pasaba la aspiradora (que del ruido casi no le oigo), ha vuelto a llamarme. Koldo con el brazo estirado se mostraba a la cámara. Sollozaba, tumbado entre las vías de un tren. No muy lejos una locomotora se aproximaba velozmente. "Adiós Isabel, ¡no puedo vivir así!". Por un momento me he quedado absorta, ajena a mi misma, como quien ve algo en el youtube o cosa parecida. Ha sido un momento ya digo, pero suficiente para ver con detalle como la máquina le pasaba por encima, doblándole el cuerpo sobre su tronco y arrastrándole como un muñeco de trapo. Luego, nieve en mi pantalla.
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