viernes, 12 de febrero de 2010

El secreto

Tendría unos siete u ocho años, cuando un compañero de aula me desveló medio en broma, medio en serio, el mayor secreto de la infancia. Muy asustado e inseguro por lo que acababa de saber, llegué a casa. Mi padre, pluriempleado como todos los padres de la época, se hallaba cortando patrones de camisas con unas grandes tijeras , reclinado sobre la mesa de su cuarto; como siempre que se concentraba en algo, la punta de la lengua le asomaba fuera de la boca, aprisionada entre los labios.
- Aitá, ¿los reyes son los padres? – le pregunté cerrando los ojos y apretándolos como cuando te vas a chocar contra algo.