miércoles, 23 de diciembre de 2020

Dorada Navidad


    - Pero José, ¿qué haces aquí otra vez a estas horas de la noche?. Son más de las doce y no para de nevar - exclamó con enfado Shamir.

    - Necesito ayuda, Shamir. - repuso un nervioso José suplicante – Mi mujer ha parido un niño y ...

    - Si es alojamiento lo que buscas, ya te dije que no hay sitio.- interrumpió con brusquedad el posadero - Además, ¿tienes con qué pagarme?.

    - No es alojamiento lo que necesito. Y sí, tengo con qué pagarte, lo tengo en abundancia.

    - ¿En abundancia, tú?. No te creo.

    - Hoy han llegado de oriente tres individuos que dicen ser reyes. Venían subidos a hermosos camellos y servidos por un gran séquito de criados. Se han arrodillado ante mi hijo, han permanecido orando en éxtasis unos minutos y luego se han ido, pero antes nos han obsequiado con incienso, mirra….. y además ¡esto! … - dijo José con tono triunfal sacando del morral un abultado y pesado saco, abriéndolo y mostrando su contenido -…¡oro!, ¡oro puro, Shamir!.

    Una densa constelación de incontables monedas doradas titilaron como estrellas.

    -¡Oro!, ¡oro!, ¡oro!... - exclamó escandalizado el posadero boquiabierto, con las pupilas fuera de sus órbitas ante lo que veían sus ojos.

    Enseguida entendió Shamir lo que debía hacer.

    - ¿Qué es lo que necesitas, José?. Puedo echar al cliente de la mejor habitación; conseguir los mejores manjares, tu mujer necesitará buenos alimentos; tu hijo, ¡bendito niño!, tendrá las mejores mantas de piel de oveja para que no pase frío, ¡pobrecillo con la de nieve que está cayendo…!

    - ¡No! - atajó con firmeza José

    - ¿No?

    - ¡No!

    - ¿No?. Entonces, ¿qué es lo que quieres?... - pregunto intrigado el posadero.

    - La vida de mi hijo está en peligro – dijo José - debo salir de Belén con él y su madre cuanto antes.

    - Dime... ¿que puedo hacer yo? , ¿qué es lo que quieres? - volvió a preguntar Shamir, mirando codicioso el fondo del saco de José en el que el oro resplandecía como fuego dorado - ¡Díme, díme… !

    - Consigue que los soldados de Herodes, que andan degollando a todos los varones recién nacidos, nos permitan salir inmediatamente de este pueblo, sanos y salvos. Toma - y del saco extrajo a puñados más de un centenar de orondas monedas doradas - Aquí va tu parte y la de los soldados.

    -!Oh, cielos¡ - exclamó en un hondo suspiro el mesonero extendiendo dos puntas de su delantal, a donde, tintineante como el cristal, fue cayendo la inesperada fortuna - ¡Oh! - volvió a exclamar con el disfrute del peso de tan noble metal sobre su regazo. - Claro claro, por supuesto que podréis marcharos sin percances.

    - ¿Cuándo nos iremos?. ¡No hay tiempo que perder!.

    - ¡Pronto!, ¡enseguida…! - respondió pensativo y con resolución el posadero - Si, hoy mismo antes de que amanezca. Dentro de un rato, esos soldados pasarán por aquí de ronda. Con cualquier excusa haré que entren en el mesón.

    El noble metal, apilado en el mandil de Shamir, le aprisionaba dulcemente los muslos. Shamir estaba experimentando el placer nuevo de sentirse rico.

    - No dudarán en compartir conmigo esta fortuna. Dejarán que tu y tu familia os vayáis de Belén, dalo por hecho... - terminó diciendo.

    - Tendré que confiar en tí ...- dijo José con suspicacia - Si me traicionas... - añadió mostrando al mesonero un oxidado serrucho de carpintero que asomaba por un costado del morral – Te partiré en dos....

    - No, no temas, ni dudes.- habló Shamir buscando un tono amistoso - Cuando esté todo arreglado iré a avisarte. Estáte preparado.

    José indicó al mesonero donde encontrarle. Metió el saco con el resto de las monedas en el morral, y con paso rápido regresó por donde había venido.

                                                                            F i n

NAVIDAD 2020 


 

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